La hiperactividad es un trastorno de la conducta de los
niños, descrito por primera vez en 1902, por Still. Se trata de niños que
desarrollan una intensa actividad motora, que se mueven continuamente, sin que
toda esta actividad tenga un propósito. Van de un lado para otro, pudiendo
comenzar alguna tarea, pero que abandonan rápidamente para comenzar otra, que a
su vez, vuelven a dejar inacabada.
Esta hiperactividad aumenta cuando están en presencia de
otras personas, especialmente con las que no mantienen relaciones frecuentes.
Por el contrario, disminuye la actividad cuando están solos.
Causas de la hiperactividad infantil
La hiperactividad infantil es bastante frecuente. Se calcula
que afecta aproximadamente a un 3 por ciento de los niños menores de siete años
y es más común en niños que en niñas (se da en 4 niños por cada niña). En el
año 1914, el doctor Tredgold argumentó que las causas se deben a una disfunción
cerebral mínima, una encefalitis letárgica en la cual queda afectada el área
del comportamiento, de ahí la consecuente hipercinesia compensatoria;
explosividad en la actividad voluntaria, impulsividad orgánica e incapacidad de
estarse quietos. Posteriormente, en 1937, C. Bradley descubre los efectos
terapéuticos de las anfetaminas en los niños hiperactivos. Basándose en la
teoría anterior, les administraba medicaciones estimulantes del cerebro (como
la benzedrina), observándose una notable mejoría de los síntomas.
Los indicadores de hiperactividad según la edad del niño
De 0 a 2 años. Descargas clónicas durante el sueño,
problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y
despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad
elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
De 2 a 3 años. Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad
motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos
accidentes.
De 4 a 5 años. Problemas de adaptación social, desobediencia
y dificultades en el seguimiento de normas.
A partir de 6 años. Impulsividad, déficit de atención,
fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.
El tratamiento depende de cada caso individual.
El
tratamiento farmacológico más utilizado son los estimulantes, que sirven para
ayudar a que el niño pueda concentrarse mejor, y los sedantes en el caso de que
el niño muestre rasgos psicóticos.
El tratamiento psicoterapéutico está
destinado a mejorar el ambiente familiar y escolar, favoreciendo una mejor
integración del niño a la vez, que se le aplican técnicas de modificación de
conducta.
El tratamiento cognitivo se basa en el planteamiento de la
realización de tareas, donde el niño aprende a planificar sus actos y mejora su
lenguaje interno. A partir de los 7 años, el lenguaje interno asume un papel de
autorregulación, que estos niños no tienen tan desarrollado. Para la
realización de cualquier tarea se le enseña a valorar primero todas las
posibilidades de la misma, a concentrarse y a comprobar los resultados
parciales y globales una vez finalizada.