CELOS INFANTILES

Introducción

Los celos pueden definirse como un estado subjetivo caracterizado por una sensación de frustración al creer que ya no somos correspondidos emocionalmente por las personas queridas (padres, parejas...) o, al menos, con la intensidad y frecuencia que deseamos o necesitamos.


Muchas son las causas que pueden disparar los celos. En la infancia es habitual la aparición de celos tras el nacimiento de un hermanito. En cierto modo, el niño se protege y reclama seguir teniendo la misma atención que se le dispensaba antes y que ahora tiene que ser compartida. Por tanto, puede tener un cierto valor adaptativo. No obstante, en muchas ocasiones, la respuesta de celos es exagerada, prolongada en el tiempo y cursa con gran malestar y deterioro en las relaciones familiares. Es, en estos casos, cuando la ayuda profesional es imprescindible.

Como se ha dicho, en todos los episodios de celos hay una experiencia subjetiva de malestar emocional y frustración independientemente de los hechos que la provoquen y perpetúen. Estas causas pueden, a su vez, ser reales y obedecer a hechos objetivos, o irreales (imaginadas o inventadas) en cuyo caso podríamos estar ante un trastorno clínico.

Normalmente, la respuesta del niño o persona que padece los celos, cursa con envidia y resentimiento hacia la persona intrusa que se percibe como un rival para compartir el mismo espacio afectivo.

Los celos llevan además implícitos un proceso de distorsión cognitiva acerca de los hechos objetivos, los sentimientos de los otros, las consecuencias futuras y, en definitiva, de la percepción de la realidad. Esto añade más carga negativa pudiendo incrementar en el niño una baja autoestima, cuadros de ansiedad o miedos pero también conductas desadaptadas como más adelante se expone.

Posibles causas de los celos entre hermanos
Características de los hijos


Normalmente, se atribuyen las causas de los celos infantiles, en especial en aquellos que se dan entre hermanos, a factores ambientales y evolutivos. Sin embargo, hoy sabemos, de la existencia de ciertas características del temperamento en niños que van ser muy relevantes en la posible aparición de la conducta celosa. Estos factores, que podrían ser de tipo genético, predispondrían a desarrollar este tipo de conductas con mayor probabilidad e intensidad, configurando en el tiempo una personalidad celotípica que se seguiría manifestando en la vida adulta con parejas sentimentales o compañeros de trabajo, entre otros.
Algunos estudios avalan la hipótesis de que los niños de temperamento sensible, detallista, metódico, con esquemas bastante rígidos y poca tolerancia a los cambios (de casa, de escuela, de educadores, etc.), a veces con poca capacidad para expresar con palabras sus sentimientos (en el caso de los niños mayores de 4 años), tendrían más posibilidades de desarrollar un trastorno de celos ante la llegada de un hermano.

Por otra parte, sabemos que cada niño es diferente y también lo es su percepción acerca de la distribución de atención y privilegios entre los hermanos por parte de los padres.
Independientemente de la situación objetiva que se produce en las relaciones padres-hijos, cada niño construye su propia realidad en base a su carácter y historia previa. De esta forma, podemos creer que somos muy ecuánimes en el trato con nuestros hijos pero alguno de ellos puede interpretar lo contrario.
Frecuentemente se proporciona mayor atención al hijo celoso, pero eso no sirve para hacerle cambiar en sus percepciones y sentimientos. También puede ocurrir que las conductas celosas se perpetúen como forma de obtener ciertos privilegios o mantener una posición de aparente “fragilidad” para utilizarlo a su favor.
Síntomas y manifestaciones del niño celoso
Los indicadores de la presencia de celos en niños pueden ser muy variados y van desde la aparición de conductas de aislamiento, infelicidad y frustración (conductas internalizantes o dirigidas hacia uno mismo) a conductas disruptivas y agresivas dirigidas tanto a las personas objeto de envidia como hacia las figuras de apego (conductas externalizantes dirigidas hacia otros).

Dependiendo del temperamento del niño, su edad y circunstancias ambientales las manifestaciones celotípicas variarán entre los dos extremos propuestos pudiendo simultanear una combinación de ambas.

En general, los niños celosos pueden manifestar algunas de las siguientes conductas:

Cambios de humor no justificados.
Signos de infelicidad. Lloro frecuente sin motivo. Tristeza acompañada de manifestaciones verbales de no sentirse suficientemente querido.
Aparición de nuevas conductas (no presentes hasta la llegada de un hermano o ya superadas) normalmente desadaptadas con el simple motivo de llamar la atención de los padres (pipi en la cama, negarse a comer, agresividad injustificada hacia objetos o animales, comportamiento social anómalo, etc.).
Cambios en la expresión verbal y gestual. Vuelta a un lenguaje más infantil con presencia de gestos inmaduros como chuparse el dedo.
Alteraciones en los patrones de comida (menos apetito o más selectivo con los alimentos, rechazando platos antes preferidos o se le tiene que dar la comida) y sueño (insomnio, despertar nocturno, solicitar dormir con los padres, etc.)
Negativismo, terquedad, dificultad para obedecer. En los casos más extremos: oposicionismo, agresividad manifiesta y actitud desafiante hacia padres y compañeros.
Negar sistemáticamente los errores propios y culpabilizar a los otros de sus problemas o actitudes (en especial al hermano objeto de celos).

Estrategias y orientaciones de intervención

La mejor forma de regular los celos es intentando conocer cual es el origen de los mismos. Deberemos tener en cuenta la historia previa del niño, su edad, circunstancias, etc. También es importante diferenciar entre la aparición repentina de los celos o un temperamento o personalidad celosa. En el primer caso podemos sospechar la irrupción de algún elemento novedoso como puede ser el nacimiento de un hermano. En el segundo caso se trata de niños con cierta predisposición a padecerlos y su tratamiento será más complejo.
En el caso de que los episodios se mantengan en el tiempo, su magnitud sea desproporcionada respecto a lo esperado por su edad y educación recibida, produciéndose un deterioro en las relaciones familiares, es cuando aconsejamos la visita a un profesional.

Una vez identificados los celos, los padres y demás familiares relevantes deberán consensuar una estrategia común para ayudar al niño.
A nivel general exponemos una serie de orientaciones para minimizar las conductas celosas entre hermanos:

Es fundamental establecer un equilibrio en el trato a los diferentes hermanos de forma que no haya un trato de preferencia hacia ninguno de ellos ni se establezcan comparaciones.
Siempre es más eficaz alabar los aspectos positivos que recriminarle los negativos.
Delante conductas celosas (rabietas, desobediencia, negativismo, etc...) puede aplicarse la retirada de atención o alguna de las técnicas conductuales que se utilizan en la modificación de conducta. Si los celos suponen un reclamo de atención emocional, debemos ser capaces de dársela contingentemente a las conductas deseadas o positivas, nunca tras los episodios de celos.
Aumentar el tiempo en actividades y juegos de toda la familia es buen método para mejorar la comunicación y estrechar lazos.


Responder con tranquilidad a los episodios celosos, sin estridencias ni recriminaciones, comunicarle al niño nuestra decepción por su comportamiento y dejar de prestarle atención. Posteriormente cuando se tranquilice y, según la edad, podemos intentar razonar lo ocurrido y darle la atención emocional. No obstante, “razonar” con el niño celoso (aunque tenga edad suficiente para comprender nuestros argumentos) no funcionará siempre. Debemos entender sus conductas como síntoma de un malestar y no desde la perspectiva adulta.
Cuando los celos son del hermano mayor hacia otro de edad inferior puede resultar útil irle recordando de forma sutil las ventajas y “privilegios” que tiene al ser mayor (por ejemplo: acostarse más tarde o poder realizar ciertas actividades). También, para los niños a partir de los 3/4 años aproximadamente puede ser útil darles cierto protagonismo respecto a los cuidados hacia el hermano pequeño y la importancia de su ayuda para la familia. A estas edades puede ser insoportable perder todo el protagonismo debido al recién llegado. Es frecuente que las diferentes personas y familiares que visitan al bebé le dediquen una atención casi exclusiva quedando en segundo término el hermano y acrecentando sus celos.
La relación entre hermanos tiene su propio ciclo de desarrollo. Si el clima familiar es emocionalmente estable y equilibrado, los celos puntuales, normalmente son superados y no presentan mayores.




tomado de:
http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/loscelosinfantiles/index.php