INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LOS NIÑOS

Inteligencia emocional en niños: Las emociones, esas grandes condicionantes de nuestra conducta, pueden influenciar nuestra vida en multitud de sentidos. Su manifestación, puede convertirnos en personas integradas socialmente o excluídas, todo depende de la manera en que las manejemos.


Al igual que sucede con cualquier aprendizaje, las emociones determinarán nuestra manera de afrontar la vida. Emoción, pensamiento y acción, son tres elementos muy relacionados, presentes en todo aquello que hacemos a diario. La comprensión y el control de las emociones puede resultar imprescindible para nuestra integración en sociedad, pero si esta falla, nos convertiremos en personas inadaptadas, frustradas e infelices.

En la Inteligencia emocional en niños y para comprender y manejar las emociones, debemos tenerlas presentes en todo momento, siendo la infancia una etapa crucial en el aprendizaje del manejo y control de las mismas. Tal y como hemos puesto de manifiesto en más de una ocasión, la infancia es el momento en que mejor se adquieren los aprendizajes, y el manejo de las emociones es un aprendizaje fundamental y que, podemos decir, se encuentra a la base de los demás, por encontrarse todo lo que hacemos impregnado de emoción.

Si bien para los adultos resulta verdaderamente difícil controlar las emociones en determinados momentos, para l@s niñ@s este control es aún más complicado al carecer de experiencias previas similares y estrategias de abordaje. En ocasiones, nos encontramos con niñ@s cuyo control emocional es prácticamente inexistente. Se muestran irascibles e irritables a menudo, no se les puede negar nada porque están acostumbrad@s a que se les permita y consienta casi todo. Además, se muestran especialmente frágiles e irritables ante los fracasos, respondiendo de manera agresiva y hostil a este tipo de situaciones.

Estas reacciones son realmente perjudiciales para el / la niño/a, ya que no sólo le van a limitar su relación e integración en el grupo de iguales, sino que incluso, pueden llegar a afectar a su salud.  De hecho, algunas investigaciones han puesto de manifiesto que la experimentación de emociones negativas deriva en una disminución de las defensas, convirtiéndonos en personas vulnerables.

El conocimiento, comprensión y control de las emociones, es por tanto vital, pues éstas nos permiten adaptarnos, comunicarnos y desenvolvernos en sociedad. Además, no debemos olvidar que la emoción es fiel compañera de la motivación, el motor de la consecución de objetivos.

Gracias a las emociones podemos sentir empatía hacia otras personas, recuperar recuerdos significativos de nuestra vida e incluso superar exitosamente momentos complicados.

Destacamos que la Inteligencia emocional en niños para la adquisición de competencias emocionales prepara al niñ@ para la vida, le permite estar atento y poder defenderse de posibles peligros sociales que le puedan acontecer, como por ejemplo el de las adicciones. Investigaciones, han puesto de manifiesto que las personas con escaso control y tolerancia emocional, son más susceptibles de caer en el mundo de las adicciones que aquellas cuyo control y tolerancia emocional es mayor.

 La comprensión de las emociones nos permitirá también controlarlas y tolerarlas.

Daniel Goleman, pionero en los estudios de Inteligencia Emocional, decía que ésta consistía en: el conocimiento de las propias emociones, y manejo de las mismas; en la motivación propia; en el reconocimiento de las emociones de los demás; en el establecimiento de emociones positivas con otras personas…

Esta descripción nos da grandes pistas sobre qué caminos debemos seguir en la educación infantil. Es fundamental que se eduque en la adquisición de todos esos aspectos mencionados.

Los niños deben aprender a controlar su agresividad, sus reacciones indeseadas… Algo para lo que debemos trabajar con ellos, en especial ante aquellas conductas “emocionalmente inapropiadas”. El empleo del castigo, ante estas ocasiones, no suele resultar demasiado efectivo. En cambio, hacerles reflexionar sobre lo sucedido de manera objetiva y constructiva, haciéndoles entender la importancia de sus acciones y la repercusión en los demás… así como ofrecerles alternativas de conducta positivas, derivará en una mejora en su manera de pensar y actuar y esto redundará en sus emociones.

  

tomado de: http://www.educapeques.com/escuela-de-padres/inteligencia-emocional-en-la-base-de-la-educacion.html

¿POR QUE MIENTEN LOS NIÑOS?




Todos los niños pequeños mienten en algún momento. En los menores de cinco años, el mundo mágico de los sueños, deseos y fantasías, no siempre se diferencia de la realidad.

Pero cuando la mentira se convierte en algo crónico pasada esta edad, revela un problema más profundo de inseguridad o falta de autoestima que conviene averiguar y tratar. Si no quieres que tu hijo mienta a todas horas, evita hacerlo tú delante de él.

Todos mentimos en algún momento: por conveniencia, vergüenza, interés, respeto o necesidad. Por piedad, desesperación, defensa o simplemente por gusto. Las mentiras crecen con nosotros y evolucionan junto con nuestra personalidad. Pero si la mentira es persistente y trastorna nuestra vida y la de los que nos rodean, se convierte en algo patológico y peligroso.

Los padres desean que sus hijos no les mientan nunca, que confíen en ellos y les digan siempre la verdad. Para lograr esto, hay que inculcar ciertos hábitos de conducta y darles ejemplo desde pequeños. Mentir es una parte natural del desarrollo mental del niño y ciertas mentiras son positivas, pero si tu hijo es muy pequeño, es peligroso que se dé cuenta de que alterando la realidad obtiene un beneficio, porque así aprende a decir mentiras para evitar sus responsabilidades, y de adolescente engañará para probar sus propios límites y salirse con la suya.


¿Por qué mienten los niños?

Juan Pedro Valencia, psicólogo infantil, nos explica los motivos de las mentiras desde temprana edad:

Menos de 3 años: Por debajo de esta edad los niños no mienten aunque digan cosas que no son verdad, pues para ellos sí lo son y con eso les basta.

Entre 3 y 5 años: La mentira no se produce de forma consciente, sino como elemento constituyente de sus juegos e historias fantasiosas. La mentira es un elemento más del juego y no hay que darle demasiada importancia, salvo que se extienda a su comportamiento habitual o se convierta en la forma por excelencia de obtener lo que quieren.

También les sirve para aprender que no siempre los adultos saben todas las cosas -lo cual es positivo y permite adquirir una mayor tolerancia a la frustración-; que puede ser una forma útil de llamar la atención en algunos casos, o que les permite evitar consecuencias negativas, como por ejemplo, un castigo.

A veces, mienten simplemente porque imitan lo que ven, es decir, absorben nuestras formas de actuar, de comportarnos y también, por qué no decirlo, de mentir. Asimismo, si nuestro nivel de exigencia es demasiado elevado, puede influir de tal forma que al no poder cumplirlo mientan para evitar defraudarnos y eliminar la tensión que les supone asumir esa responsabilidad desproporcionada: la mentira puede convertirse en una válvula de escape que enmascare una ansiedad demasiado elevada.

A partir de 5 años: A esta edad comienzan a mentir de forma consciente, cuando ya suelen distinguir la diferencia entre lo que es cierto y lo que no lo es, aunque aún no tienen claro que mentir sea algo incorrecto. Las mentiras pueden producirse tanto por inseguridad y falta de autoestima -que intentan ocultar mediante la mentira- o bien para probar y ver las reacciones de los adultos y comprobar hasta dónde pueden llegar. En algunos casos, se trata de una forma de obtener afecto (que puede significar la existencia de problemas emocionales no resueltos) y que en la adolescencia puede convertirse en una forma de obtener más intimidad o de ocultar otros problemas más graves.

La mentira puede ser un síntoma que nos indique la personalidad de nuestro hijo:

• El niño tímido que se evade al sentirse desamparado.

• El niño agresivo y colérico que no encuentra la reacción adecuada.

• El niño temeroso que trata de huir del peligro.

• El niño vengativo que busca desquitarse.


¿Cómo saber si miente?

A menudo es muy difícil para los papás saber si los niños están diciendo la verdad o no. Cuando dicen la verdad, generalmente están relajados y sus expresiones faciales lo demuestran. Cuando mienten, sus expresiones faciales pueden demostrar esta ansiedad. Los padres deben escuchar cuidadosamente lo que sus hijos les dicen. ¿Existen contradicciones en lo que dicen? ¿Tienen sentido sus palabras? ¿Es creíble lo que dicen? Si los niños dicen la verdad, usualmente sus palabras no suenan ensayadas, si lo que dicen suena ensayado, los padres pueden hacer preguntas para ver cómo reaccionan al contestarlas.


Niños mentirosos¿Qué hacer cuando mi hijo miente?

Lo primero es intentar averiguar el porqué de ese comportamiento para así poder corregir lo que de nuestra parte pueda estar influyendo en el mismo y, en caso de que sea exagerado, poder recurrir a un profesional que pueda analizar el problema y orientarnos en la mejor forma de solucionarlo.

No obstante, Juan Pedro Valencia nos da una serie de pautas que podemos emplear para evitar en lo posible las mentiras de nuestros hijos:

- Dar ejemplo: Es difícil pedirle que no mienta si nosotros lo hacemos de forma habitual. Frases tan comunes como decir “Si me llaman por teléfono, di que no estoy”, pueden confundir al niño si luego le recriminamos por decir él algo parecido.

- Crear un clima de confianza que le sirva para tener la seguridad de que puede contarnos todo con tranquilidad y sin miedo.

- Explicarle claramente la diferencia entre la verdad y la mentira. Esto es especialmente importante en edades tempranas, donde, además, ajustaremos la explicación a su edad.

- Felicitarle cuando nos diga la verdad, especialmente si la misma conlleva riesgo de ser castigado. Por supuesto, si ha actuado mal y nos lo confiesa sin mentir no significa que no le debamos castigar, sino que separaremos claramente lo que es un comportamiento inadecuado por su parte de lo que el niño significa para nosotros: le queremos por sí mismo, no por sus actos.

- No reaccionar de forma desproporcionada cuando mienta, siendo preferible reprenderle o comentar lo ocurrido en privado que hacerlo en público.

- Explicar claramente lo que esperamos en cuanto a cumplir normas y los beneficios que conlleva. Ello le permitirá entender bien la relación entre conducta y consecuencias.

- Fomentar oportunidades para que actúe de forma sincera. Nosotros confiamos en ellos pero deben ser honestos con nosotros.

- Guardar proporcionalidad entre la conducta y sus consecuencias. Tan inadecuado es castigar excesivamente una conducta errónea como premiar sobremanera una positiva.

- La mentira no siempre hay que castigarla; a veces es más positivo saber sus razones para mentir, de tal forma que podamos actuar para que comprenda lo valioso de la sinceridad. Aumentará nuestra confianza y al mismo tiempo su libertad y autonomía.

- Liberarse de actitudes neuróticas. Muchas veces reaccionamos con ansiedad ante la simple posibilidad de la mentira: “¿Habrá dicho o no la verdad?” Y cuando la mentira es descubierta, entonces se acosa al niño, se multiplican las preguntas y los interrogatorios, y, haciendo gala de una gran desconfianza, ya no se le cree, aunque diga la verdad.


 tomado de: http://www.todopapas.com/ninos/psicologia-infantil/por-que-mienten-los-ninos-622



AGRESIVIDAD INFANTIL


Cuando un niño tiene propensión a agredir a otro y apreciamos que intenta causar un daño físico o psicológico, decimos que presenta AGRESIVIDAD.

Consideramos agresión al uso de la fuerza física, las burlas, los insultos verbales y el sarcasmo. Todas ellos, son muestras de agresividad. Aun cuando el instinto de acometividad existe en los animales, siempre es buscando un provecho. En la mayoría de los casos, es conseguir alimentos o defender su territorio.



Debemos tener precaución al castigar a niños agresivos. Sears, Maccoy y Levin (1957) demostraron que "la aplicación de castigos severos por conductas agresivas en niños genera, en éstos, grados muy altos de agresividad.

A veces se obtienen, con estas penas, conductas también no deseadas: apatía y pasividad. Se instruye a los hijos cuando es correcto, o no, mostrarse agresivos y en que grado deben serlo. Esto conlleva, en algunos casos, interiorizar unas normas que pueden entrar en conflicto con el ambiente que le rodea.

COMO PREVENIR O MODERAR LA CONDUCTA AGRESIVA EN LOS NIÑOS

Es fundamental, restar importancia a las situaciones de irritación. En ningún caso exagerarlas como medio de corrección.
No pretendan tener siempre la razón. Respeten los puntos de vista de sus hijos y no traten de imponer violentamente los suyos.
En medio de una discusión, paren y cuenten hasta diez. Si ven que se va iniciar una pelea con su hijo, salgan de esa habitación y, después, cuando los ánimos lo permitan volverán a plantear el tema y busquen una solución, entre ambos.
No acepten desafíos ni apuestas. Pueden llevar a situaciones límite, nada convenientes para ambos lados.
Si su hijo se muestra agresivo, no caigan en la tentación de la escalada de mutua agresividad. Una sutil indiferencia les puede hacer salir airosos de la situación.

Dada la calidad de la TV actual, impedir a los más pequeños visualizar escenas de agresividad, de las cuales hay gran cantidad actualmente, en todos los canales.


tomado de: http://www.psicopedagogia.com/articulos/?articulo=392

NIÑOS HIPERACTIVOS

La hiperactividad es un trastorno de la conducta de los niños, descrito por primera vez en 1902, por Still. Se trata de niños que desarrollan una intensa actividad motora, que se mueven continuamente, sin que toda esta actividad tenga un propósito. Van de un lado para otro, pudiendo comenzar alguna tarea, pero que abandonan rápidamente para comenzar otra, que a su vez, vuelven a dejar inacabada.
 
Esta hiperactividad aumenta cuando están en presencia de otras personas, especialmente con las que no mantienen relaciones frecuentes. Por el contrario, disminuye la actividad cuando están solos.
 




Causas de la hiperactividad infantil

La hiperactividad infantil es bastante frecuente. Se calcula que afecta aproximadamente a un 3 por ciento de los niños menores de siete años y es más común en niños que en niñas (se da en 4 niños por cada niña). En el año 1914, el doctor Tredgold argumentó que las causas se deben a una disfunción cerebral mínima, una encefalitis letárgica en la cual queda afectada el área del comportamiento, de ahí la consecuente hipercinesia compensatoria; explosividad en la actividad voluntaria, impulsividad orgánica e incapacidad de estarse quietos. Posteriormente, en 1937, C. Bradley descubre los efectos terapéuticos de las anfetaminas en los niños hiperactivos. Basándose en la teoría anterior, les administraba medicaciones estimulantes del cerebro (como la benzedrina), observándose una notable mejoría de los síntomas.

Los indicadores de hiperactividad según la edad del niño

De 0 a 2 años. Descargas clónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del sueño y durante la comida, períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales, reactividad elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.

De 2 a 3 años. Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa conciencia de peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
De 4 a 5 años. Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.
A partir de 6 años. Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y problemas de adaptación social.

El tratamiento depende de cada caso individual.
 El tratamiento farmacológico más utilizado son los estimulantes, que sirven para ayudar a que el niño pueda concentrarse mejor, y los sedantes en el caso de que el niño muestre rasgos psicóticos.
 El tratamiento psicoterapéutico está destinado a mejorar el ambiente familiar y escolar, favoreciendo una mejor integración del niño a la vez, que se le aplican técnicas de modificación de conducta.

El tratamiento cognitivo se basa en el planteamiento de la realización de tareas, donde el niño aprende a planificar sus actos y mejora su lenguaje interno. A partir de los 7 años, el lenguaje interno asume un papel de autorregulación, que estos niños no tienen tan desarrollado. Para la realización de cualquier tarea se le enseña a valorar primero todas las posibilidades de la misma, a concentrarse y a comprobar los resultados parciales y globales una vez finalizada.


Los padres suelen definir a un hijo hiperactivo como inmaduro, maleducado y gamberro. Sus comportamientos generan conflictos en la familia, desaprobación y rechazo. Son irritantes y frustrantes en cuanto al éxito educativo de los padres, y algunos niños tienden al aislamiento social. Este trastorno ya se detecta antes de los 7 años y unos tienen síntomas más graves que otros. Una cosa que hay que tener en cuenta, es que si los padres riñen exageradamente al niño hiperactivo, pueden estar fomentando un déficit de autoestima por su parte (sobretodo si lo critican por todo lo que hace) y realimentan el trastorno, ya que el pequeño acabará por no esforzarse por portarse bien, pues verá que siempre acaban regañándole haga lo que haga.


tomado de.http://www.guiainfantil.com/salud/cuidadosespeciales/la_hiperactividad.htm

TRASTORNOS DE APRENDIZAJE

Introducción

Los Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar constituyen un conjunto de problemas que interfieren significativamente en el rendimiento en la escuela, dificultando el adecuado progreso del niño y la consecución de las metas marcadas en los distintos planes educativos.
 
A pesar de que suelen presentarse conjuntamente con alteraciones en el funcionamiento del sistema nervioso central, no son el resultado de un retraso mental asociado, de una privación sensorial o de un trastorno emocional grave. Por el contrario, estos trastornos surgen de alteraciones de los procesos cognoscitivos. Es probable que exista alguna alteración biológica secundaria, sin embargo, lo que los caracteriza es que el déficit se plantea en un área muy concreta. Los más habituales son los que hacen referencia a la adquisición de la lectura (dislexia), a la escritura o al cálculo.

Estas alteraciones son mucho más frecuentes en niños que en niñas y hay que advertir que suelen pasar desapercibidas en un primer momento ya que los niños, como se ha apuntado, no tan sólo no presentan problemas en otras áreas sino que su rendimiento en ellas puede ser superior a la media.

La O.M.S. especifica que para efectuar el diagnostico deben existir déficits específicos del rendimiento escolar, pero éstos no serán consecuencia de problemas neurológicos importantes, discapacidad visual o auditiva sin corregir, retraso mental o alteraciones emocionales.
Lo que sí suele producirse, es que este tipo de déficits específicos, estén acompañados de otros trastornos del habla o lenguaje e incluso de conducta (p.e. Trastorno Déficit Atención con Hiperactividad), así como problemas emocionales secundarios y alteraciones en la dinámica familiar.

No hay que confundir los Trastornos específicos del Aprendizaje con los Trastornos Generalizados del Desarrollo. Los primeros hacen referencia a problemas delimitados a áreas concretas (lectura, cálculo, etc.), no presentando el niño déficits significativos en las otras áreas. Mientras que los segundos (T.G.D.) se utilizan para designar a problemas que pueden ser severos y afectan a todas las áreas del desarrollo infantil (conductual, comunicativa, cognitiva, social, etc.).
 
 Características Generales
Las características generales que se observan en niños que presentan trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar los podemos dividir en:

1- Trastornos de la actividad motora: hiperactividad, hipoactividad, falta de coordinación.
2- Trastornos de la percepción
3- Trastornos de la emotividad.
4- Trastornos en la simbolización o decodificación (receptivo-auditivo y receptivo-visual) y expresiva o codificación (expresivo-vocal y expresivo-motora).
5- Trastornos en la atención: atención insuficiente y atención excesiva.

No debe entenderse que todos los niños deben presentar todas estas características, sino que en mayor o menor grado suelen estar presentes en este tipo de trastornos.

 Causas y evolución
Respecto a los factores causales no se puede apuntar hacia una dirección unívoca, no obstante, se acepta la primacía de factores neurobiológicos en interacción con otros factores no orgánicos, como las oportunidades para aprender, la calidad de la enseñanza, el nivel cultural de su entorno, la implicación de los padres, etc.

Los niños con estos trastornos suelen mejorar con la intervención psicopedagógica no presentando, en la mayoría de los casos, más problemas en la vida adulta. Sin embargo, si las dificultades de aprendizaje no son precozmente tratadas pueden producir, a parte del retraso educativo, un conjunto de situaciones “secundarias” indeseables para el proceso de enseñanza-aprendizaje: los repetidos fracasos suelen llevar a la desmotivación, aversión por la escuela conjuntamente con respuestas emocionales inadecuadas.




tomado de: http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornosenelambitoescolar/trastornosespecificosdelaprendizaje/index.php